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Expedición a Sevilla


En mí familia desde hace muchos años, siempre hemos viajado a Sevilla en Semana Santa, y siempre recordaré un año que mis padres no vinieron y me marche yo sola con mi prima. Pues como siempre en Domingo de Ramos, por la mañana estuvimos haciendo visitas a diferentes templos y a la Catedral,y lo que no sabía era que mi abuela,una de las personas más singulares que he conocido, había organizado un viaje y la mitad del inserso del pueblo se encontraba allí. Los viajes de mi abuela eran peculiares y sus adeptos más peculiares todavía. Pues terminada la visita a la Catedral, allí que me encontre en la mismita puerta con aquella particular "Expedición", con sus neveras y sus "Cestos", y mi prima que iba vestida como Wally desapareció sin dejar rastro, y allí me dejó con aquel panorama, que para una adolescente en plena edad del "Pavo" era de lo más vergonzoso. Me preguntaron que donde podían ir para no estar metidos en mucha "Chuchina" y poder ver algo, y a la Plaza del Duque que los llevé y los deje aposentados. Al fín encontre a mi prima y seguimos nuestro camino de Capillitas incansables en Zapatillas de Deporte,cuando pasaron varias horas volvimos a despedirnos de mis abuelos y a ver si necesitaban algo, y al acercarme me pareció muy raro ver a mi abuelo en la acera de enfrete solo, y lo primero que hice fué ir a ver que le pasaba, y el me dijo: tu dejame aquí que estoy mejor, pues allí que lo dejé yo y me fuí a buscar a mi abuela entre la gente de la "Expedición", no la veía por ningún sitio, y a lo lejos vimos a una Señora sentada en un banco con un pañuelo en la cabeza y roncando a pierna suelta, nos entró un ataque de rísa, pero conforme nos íbamos acercando la risa paso a una leve sonrisa, y de golpe a la cara Colorá de verguenza, pues la Señora del banco era mi abuela, y entonces entendí porque el gran Miguelillo estaba en la acera de enfrente. ¡Imaginaos la estampa!, mi abuela y sus ataques de sueño en cualquier sitio,¡todo un personaje!.

Con el paso del tiempo, y cada vez que recuerdo aquel día, me doy cuenta de que llega un momento en la vida en el cual nos damos cuenta de que no podemos menospreciar a nadie por ser más cultos, por ser más jovenes, por haber viajado más, por ser más guapos, y entonces valoro más la loca iniciativa que tuvo mi abuela mostrando a aquellas personas, en su gran mayoría personas ancianas o con alguna discapacidad, lo que ella había conocido con su familia y que tanto le fascinó, y lo que en su tiempo era verguenza, ahora pasa a ser orgullo.

Esto va dedicado a mi abuelo, Miguel o como todo el mundo lo conoció "Miguelillo el Negro",pues sigue vivo en el recuerdo de todos, y a mi abuela, la cual a sus casi ochenta años sigue organizando sus peculiares viajes.

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